En los
tiempos de la más profunda crisis, surgen los cambios, las oportunidades y las
maneras de superar y alcanzar otros retos.
A propósito
de la pandemia, es importante resaltar que desde la academia tuvimos la
oportunidad de reflexionar y lograr cambios en nuestra metodología, que nos
permitiera un aporte necesario e importante para superar las consecuencias y
afectaciones, especialmente en los niños, población que quizá fue la más vulnerable.
Joaquín
tiene 9 años, él como todos los niños y sin saber en qué momento y por qué, le
dijeron que no podía salir a la calle y menos volver a su amada escuela.
Inexplicablemente el miedo se convirtió de un juego a su realidad. Su casa dejó
de ser su hogar para convertirse como en su cárcel y sus juegos en el parque,
pasaron a ser solamente sueños.
Joaquín
cambio. Al regresar a su escuela, en su mirada se leía una profunda tristeza y
confusión, su cabeza baja y su expresión corporal, expresaba desapego, confusión
y hasta alto nivel de agresividad. Saludaba tímidamente y muchas mañanas ni
saludaba, es como si el tiempo de encierro le hubiese robado su niñez y su
alegría.
Su maestra,
quien también fue afectada emocionalmente por lo vivido, comprendió el gran
reto que su amor por los niños, la vida le puso en frente. Sus pensamientos,
pero sobre todo en sus sentimientos y vocación por su profesión, comprendió que
no podía desfallecer en la responsabilidad de revivir la sonrisa de Joaquín.
Ella sabía
que los fríos números en un talero o quizá las largas planas de repetir y repetir
no serían la solución, por lo que en su tiempo de casa y encierro se capacitó,
investigó y orientó su interés hacia varias técnicas de neurolingüística,
autoestima, superación personas entre otras.
Mirando a
los ojos a su estudiante, entregando todo el amor e importancia, la maestra, se
colocó frente a quienes le miraron confundidos y profundamente emocionados,
como esperando un aliento de vida, pues el amor de sus padres, aunque
ilimitado, no tiene la formación para afrontar tan difíciles momentos. Ella los
tomó de sus manos y empezaron la clase.
Ellos, los
inocentes niños y guiados por su profesora, empezaron a dar y recibir abrazos,
a sonreír y volverse a mirar a los ojos con amor y confianza. Empezaron a
tomarse de las manos, cerraron sus ojos y meditaron en sí mismos, como sabiendo
que entre ellos estaba la solución a sus temores, miedos y recuerdos negativos,
no solo de la pandemia sino también de su infancia.
La
meditación, aplicación de lenguaje propositivo, las técnicas de respiración,
líneas de tiempo, aplicación del VAKOP, entre otras, que son herramientas de la
programación neurolingüística, son fundamentales para esos procesos de
recuperación y crecimiento personal.
Fueron
muchas jornadas de trabajo intensivo, pero ante todo lleno de amor y
comprensión, para lograr el acompañamiento continuo, gestión de las emociones,
minimizando de esa manera los factores de riesgo para ellos y lograr un nivel
de conciencia.
Mientras en
su escuela Joaquín fue recuperando su alegría, llegaba a su casa y casi mágicamente
empezó a trasmitir esos sentimientos a sus padres, quienes empezaron a ver en
su menor un cambio positivo, el cual poco a poco les fue enseñando que cuando
se está dispuesto a crecer de la mejor manera, se puede hacer, asumiendo su
propia responsabilidad del manejo de sus emociones.
Una caja de
emociones se llenó de sentimientos, historias y anécdotas que fueron liberando
a los estudiantes y padres de familia, de lo que la vida les pretendió
arrebatar, su esencia que es la alegría y la inocencia.
Hoy
pareciera que la alegría de la escuela se logró recuperar, los recreos
volvieron a ser sonoros, sus juegos, sus gustos y locuras, se cubrieron a la
vez de responsabilidad y ganas de vivir, mejorando sus hábitos, rutina y
disciplina, en la cual el amor a la lectura se convirtió en otro gran logro.
Por su
parte la maestra continua su formación para cada día entregar más y Joaquín
como a sus demás compañeros y amigos, pues siguen en su crecimiento no solo
físico sino emocional.
FUENTES:
Richard Bandler y Jhon Grinder. Creadores de la Neurolinguística
Por Ruth Susana Díaz Gómez
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