Hace más de quinientos mil
años en la prehistoria, la esperanza de vida del ser humano era sumamente corta
en comparación a la actualidad ya que nuestros antepasados vivían en promedio entre
30 y 40 años debido a diversos factores. Uno de estos eran las condiciones del
entorno ya que eran demasiado difíciles por la cantidad de depredadores
presentes en el hábitat, así mismo la comida era escasa y no existían la
organización ni el conocimiento agrícola y por último, la excesiva hostilidad
entre humanos, la cual era normal hace ochocientos mil años.
En este orden de ideas, en 1998 un grupo de investigadores encontró en un yacimiento arqueológico, los restos óseos de diferentes periodos cronológicos ubicados en una zona montañosa en Atapuerca, España, esta fue denominada como la “Sima de los huesos”. Entre los hallazgos hubo uno que llamó la atención de los especialistas en la materia: la pelvis humana de un hombre de 50 años de edad. Los huesos encontrados presentaban signos de que el sujeto había sufrido una fractura y luego se recuperó exitosamente demostrando algo que era considerado por la ciencia como algo reciente: la asistencia y colaboración en el proceso de recuperación de una persona herida en la prehistoria. Esto iría en oposición de lo planteado por Durkheim el cual recogió los planteamientos de Malthus y Darwin al crear el concepto de “Darwinismo social” el cual según se citó en Torres (2013) afirma que:
Este pensamiento positivista
conllevo a aplicar una lógica salvaje en distintos espacios de la sociedad,
permitiendo justificar crímenes e injusticias contra diferentes grupos étnicos
y sociales durante la historia moderna. A la vista de algunos críticos, esta
filosofía enmarcada en un “falso empirismo científico” conllevó a justificar
políticas de exclusión y segregación durante el siglo XIX.
Sin embargo este hallazgo
arqueológico demuestra la capacidad que tienen los seres vivos para cooperar
entre sí, rasgo que se ha evidenciado en chimpancés, orangutanes, delfines y en
los pingüinos. A nivel evolutivo los seres humanos hemos desarrollado la
capacidad para sentir compasión y empatía hacia los semejantes como elemento
generador de unidad social. Sin embargo este rasgo también puede ser visto
desde la posición natural del ser humano en donde se aleja de la visión
competitiva y de selección natural basada en la superioridad de los seres
vivos. Los seres humanos hemos demostrado que el desarrollo de nuestras
capacidades cognitivas y emocionales nos han llevado a la cima de la cadena
trófica, permitiendo que avancemos desde la colaboración mutua, la
reciprocidad, afecto y cuidado hacia los demás seres, demostrando que el ser
humano puede ser bueno por naturaleza.
REFERENCIAS.
- BBC News Mundo. (27 de octubre de 2010). La solidaridad
comenzó en las cavernas. BBC. Recuperado de: https://www.bbc.com/mundo/noticias/2010/10/101027_cavernas_prehistoria_solidaridad_espana_wbm
- Pobreza cero. (18 de diciembre de 2018). Cooperación y solidaridad: dos claves para entender la evolución humana. ONG Pobreza Cero. Recuperado de: https://www.pobrezacero.org/cooperacion-y-solidaridad-dos-claves-para-entender-la-evolucion-humana/
- Torres, J. (2013). Las relaciones de solidaridad y reciprocidad en la protohistoria final europea. Departamento de Prehistoria. Proyecto “Monte Bernorio en su entorno”. Universidad Complutense de Madrid. Madrid, España. Recuperado de: https://revistascientificas.us.es/index.php/spal/article/view/5047/4420
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